DILEMAS ADOLESCENTES 3RA PTE: DESORDENES ALIMENTARIOS

Bulimia, Anorexia, Obesidad: lo que hay que saber
(Material elaborado sobre textos de referencia: Educarg.org – B. Goldman “Anorexia y Bulimia, un nuevo padecer” – F. Dolto “La imagen inconsciente del cuerpo” “El complejo de la langosta”)



Trastornos de alimentación: los adolescentes y el problema de la imagen

Al intentar delinear las posibles causas de los trastornos de alimentación en los adolescentes que generan cuadros patológicos como la Bulimia y la Anorexia, debemos primero dar una mirada al contexto en que estos cuadros se forman. Primariamente es necesario observar que  los cambios físicos – específicamente la activación hormonal -  que acompaña todo el período adolescente conlleva enormes esfuerzos psíquicos para poder acompañar dicho proceso.

Tal como nos indica F. Doltó en su libro “El complejo de la langosta”: “el nacimiento es muerte; la muerte es nacimiento” metaforizando la muerte de la infancia y el nacimiento de la vida adulta. Nos ubicamos así frente al proceso adolescente como una fase de mutación física y psíquica, que separa claramente la etapa de la infancia - donde lo que decían los padres era tomado literalmente por los niños/as siendo ellos su referencia, su voz, y la autoridad, para pasar a vivenciar una instancia de cambios, donde no existen referentes seguros, donde toda autoridad es cuestionada y se inicia así un período de hipersensibilidad en la que el cuerpo es el principal referente, la interacción de los sexos y la búsqueda de nuevas experiencias que tanto fascinan como aterrorizan a ese ser que ya ha dejado de ser niño/a pero que aún no ha logrado convertirse en joven.

Doltó convoca un concepto por demás interesante: “inopia”, dando el ejemplo de crustáceos marinos: bogavantes y langostas. Estos son de apariencia agresiva, están cubiertos de un caparazón que encierra todo el cuerpo. Cuando llega el momento de perder su caparazón se ocultan en el fondo del  mar, segregando su nueva concha para conseguir defensas. La adolescencia es una etapa de desprendimiento y de temores por la pérdida de lo conocido hacia algo desconocido. Así el adolescente se refugia en su mundo interior, adaptando sus necesidades a la realidad. Así como la langosta del mar de Doltó se oculta buscando su nuevo caparazón. La relación del niño/a con su cuerpo es un indicio de su búsqueda de integridad de su yo. Así van viviendo extraños y desorientados ese cuerpo, sentimiento de desprendimiento doloroso. Si mientras son vulnerables reciben golpes, agresiones y maltratos, no los borrará fácilmente.

A los once años aproximadamente los jóvenes suelen estar depresivos y paranoicos incentivando éstos ánimos las personas secundarias que favorecerán o no la expresión de éstos estados. Muchos adolescentes responden con actos de agresión gratuitos y se oponen a la ley. Se defienden con depresión o negativismo hacia el otro, cuestión que agrava su debilidad.

A los once años son los primeros indicios de sexualidad en niños y niñas (regla y poluciones). Se preparan para la sensualidad que podría ser visto como un recurso.
La masturbación imaginaria es un remedio a la depresión. Les da valor y confianza en un comienzo, pero puede ser convertirse en una trampa dejando el incipiente joven capturado por una red imaginaria que le dificulta afrontar la realidad. En este momento los adolescentes presentan su máxima fragilidad.

El adolescente tiene una fiebre psíquica de amor imaginario, aparecen los ídolos. Sus modelos serán exteriores. Su energía se dirige al grupo de pares como sostén. ¿Cuándo sale de la adolescencia? Cuando la angustia de sus padres no les produce ningún efecto inhibidor, cuando logran liberarse al menos en parte de su influencia de los padres, y cuando pueden finalmente asumir un rol de hombre o mujer, independientemente de sus preferencias sexuales – lo cual constituye una adquisición cultural reciente. La sociedad no facilita este proceso ya que no les permite salir rápidamente de la esfera familiar por falta de independencia económica. La dependencia consciente genera culpa.

Rosseau habla del segundo nacimiento del hombre. Nacemos dos veces, una para existir y otra para vivir. El nacimiento es dolor, es aprender a respirar, es un trabajo corporal que el bebé hace para luego entender lo que le sucede. En el segundo nacimiento donde se refiere específicamente al adolescente, éste vuelve a hacer corpóreo el sentimiento doloroso que le recorre el cuerpo, para más luego aislarse, reflexionar y afianzarse para salir a la vida del adulto. Así el niño no quiere seguir siendo gobernado.

En cuanto a las historias de amor entre adolescentes, el amor romántico sigue estando presente pero la amistad es una forma más segura de evitar quiebres en el corazón, en relación a la sexualidad los jóvenes oscilarán entre la homo y heterosexual en la búsqueda de sus intereses y deseos. Con respecto a esto último los padres con sus modalidades mostrarán al adolescente su compromiso social, el sentido de la vida y sus relaciones sexuales. El niño adolescente preferirá ver en sus padres la plenitud de la vida sexual, el compromiso social y el sentido de la vida.

El relación a la imagen de sí, ésta se encuentra en un proceso convulsivo, todo el cuerpo está metamorfoseándose sin permitir al joven-niño/a tener ningún control sobre él. Las fantasías de “formas monstruosas” desarrollándose dentro de sí, afectan de continuo la todavía inmadura formación psíquica del adolescente, quien por temor a lo que no conoce de sí mismo pero mucho más por lo que intuye de sí, elige parámetros socialmente “aptos” y culturalmente aprobados para intentar “modelar” su neonato “concepto de sí mismo”. Aparecen así modelos y arquetipos sociales que ocuparan el otrora lugar asignado a los padres, para asegurarles dentro del “grupo de pares” lo que los adultos, por carencias personales o por conflictos culturales, no le pueden ofrecer.


Si observamos el transcurso de la historia humana y del desarrollo de la cultura en relación a los modelos o arquetipos de hombre y mujer, encontraremos enormes diferencias entre lo que era esperado de uno y otro en lo relativo a sus funciones sociales. Entre ellas se destaca lo que era considerado socialmente apetecible como aspecto físico que garantizara éxito, seguridad y más allá de toda duda, supervivencia.

El cuerpo femenino – como fuente de vida y forma de asegurar la progenie – fue hasta no hace muchos años atrás, considerado deseable y favorecido por la naturaleza si mostraba signos de robustez, formas redondeadas y músculos con un monto considerable de reservas grasas que aseguraran su subsistencia y la alimentación de los hijos. Las imágenes de las “madonas” de Goya dan plena imagen de este arquetipo. Lo que en la actualidad es considerado “gordura” era hasta hace unos 50/60 años atrás signo de salubridad, sensualidad y recursos económicos suficientemente garantidos como para asegurar la alimentación del cuerpo.

Durante la 2da mitad del Siglo XX, probablemente como consecuencia de los desastres causados por las guerras y la necesidad de reajustar la forma de alimentación en las sociedades europeas, comenzó a suscitarse una tendencia que fue in-crescendo con el correr de los años, fomentada en gran medida por la irrupción de nuevos modelos de cuerpos femeninos, desde estrellas del espectáculo de los años 50 hasta las – por ese entonces recién arribadas – modelos de pasarelas. El cuerpo femenino curvilíneo y robusto fue perdiendo mercado hasta llegar a la idealización de los magros 45 – 50 kg de peso sin tener en cuenta la contextura corporal.

Esta modificación que operó en la imagen de la mujer obedece a múltiples factores pero es necesario destacar fundamentalmente lo que marcamos en relación a los roles sociales. Hacia los comienzos de los años 50 se produjo una revolución en el mundo femenino, con la aparición de la píldora anticonceptiva, la liberación de la mujer en relación a su capacidad de decidir ser madre o no, llevar una vida sexual activa y sin riesgos, entre otras cosas. Todo lo cual contribuyó en gran medida marcar un quiebre en la asunción general de que el cuerpo de la mujer estaba destinado pura y exclusivamente a la maternidad.

Estos nuevos parámetros entre muchos otros, habilitaron que los procesos de cambio que se producen en la adolescencia fueran vivenciados con mayores presiones sociales, que consecuentemente se traducen en mayores probabilidades de conflictos psíquicos.

Anorexia y Bulimia


La prevalencia de la anorexia nerviosa se ha estimado entre un 0,5 y 3% del grupo de adolescentes y mujeres jóvenes. Estas cifras aumentan al doble cuando se incluyen adolescentes "sanas" con conductas alimentarias anormales o con una preocupación anormal sobre el peso corporal. Las bailarinas, las atletas y las gimnastas constituyen además, un grupo de alto riesgo para desarrollar la enfermedad. En las últimas décadas se ha visto un aumento importante en la incidencia de la anorexia nerviosa en la población adolescente. Los trastornos del apetito son más prevalentes en las sociedades occidentales industrializadas y en niveles socioeconómicos medio y alto, aunque pueden ocurrir en todas las clases sociales.
La edad promedio de presentación es 13.75 años, con un rango de edad entre los 10 y 25 años. En cuanto al sexo afectado, el mayor número de casos se producen en mujeres, con una distribución según sexo de aproximadamente 9-10/1.
Las causas de la anorexia nerviosa son aún motivo de controversia. A partir de una perspectiva biopsicosocial es posible considerar los distintos factores individuales (biológicos y psicológicos), familiares y sociales que confluyen para que en una etapa vulnerable del desarrollo, aparezca la enfermedad. Se describe como rasgos de personalidad premórbida de la anoréxica, el perfeccionismo, las expectativas personales altas, la tendencia a complacer necesidades de los demás y la baja autoestima. En la adolescencia, estás características se oponen a las tareas evolutivas centrales, como son la consolidación de la identidad y el funcionamiento autónomo. Desde el punto de vista de los factores biológicos los estudios no son concluyentes, pero existiría un riesgo genético y una predisposición fisiológica para desarrollar la enfermedad. Las familias de las pacientes anoréxicas se han descrito como con tendencia al aglutinamiento, a la rigidez y a la evitación de conflictos. Son familias en las que hay una alta valoración de la abnegación y en las que se busca el predominio del bienestar y la estabilidad familiar sobre las necesidades individuales. Los factores sociales involucrados en el desarrollo de la enfermedad son la sobrevaloración de la delgadez en la mujer, junto con fuertes incentivo al consumo de alto contenido calórico, como un poderoso elemento cultural que favorece que en individuos y familias vulnerables, los conflictos se localicen en el peso y la imagen corporal. Por último, la depresión, las dietas restrictivas, las experiencias nuevas (pubertad, cambio de escuela, etc.) y eventos vitales adversos, podrían desencadenar la enfermedad en mujeres predispuestas a ella.
La mayoría de las personas que viven en los países desarrollados reciben un constante bombardeo de imágenes de televisión en las que aparecen mujeres jóvenes, atractivas y ágiles para anunciar productos diversos. Los mensajes de los medios de comunicación subrayan lo deseable que es para la mujer ser joven y estar o convertirse en una persona delgada. Estos mensajes influyen especialmente en los adolescentes que se encuentran  en un período en el que están sometidas a un estrés emocional al buscar cómo lograr independizarse de sus padres, competir con sus compañeras y hallar su propia identidad. La adolescencia es una época de constante preocupación por la imagen corporal.

Al final de la niñez, los cambios hormonales desencade­nan un aumento de la altura en chicos y chicas. El estirón, tiene lugar antes en las chicas que en los chicos y conlleva un incremento de la comida consumida. En las chicas el estirón precede a la menstruación y suele tener lugar hacia los 12 años y medio. Existe un intervalo temporal muy amplio en cuanto a la aparición y duración del estirón y las chicas pue­den alcanzar su punto máximo tanto a los 10 años como a los 15. El estirón está acompañado de cambios considerables en la apariencia corporal de los dos sexos, que por otra parte depende de las hormonas sexuales que en este momento están produciéndose en los ovarios de la chica o en los testículos del chico. Ambos sexos demuestran un aumento de la masa muscular pero es más pronunciado en los varones. Las chicas presentan un incremento especial­mente grande en el crecimiento de las caderas y, contraria­mente a los chicos, no pierden grasa durante el estirón. De hecho, las chicas tienen una tendencia general a aumentar la grasa corporal, particularmente en la parte superior de las piernas, al dejar de crecer. También se deposita la grasa debajo de la piel, en los senos y por encima de las caderas. Evidentemente, la cantidad de grasa depositada está relacionada con la energía absorbida de la comida que la chica consume, y sufre la influencia de los cambios hormonales que están ocurriendo en ese momento. La energía obtenida de los alimentos está limitada por el apetito de la persona.

Durante el inicio de la adolescencia, factores desconocidos estimulan al adolescente a comer más, con el resultado de que el consumo energético para las mujeres llega a un máxi­mo a la edad comprendida entre los 11 y los 14 años, en un momento en el que sus necesidades de energía son grandes. Alrededor de los 14 años, las necesidades energéticas de una adolescente disminuyen, pero si sigue comiendo de la misma forma en que lo ha venido haciendo hasta entonces, absorberá un exceso de energía que se convertirá en grasa, y engordará. Tiene que controlar su consumo alimentario para controlar su peso.


Este es el dilema de la mujer. Puede que quiera perma­necer delgada o adelgazar, porque las normas culturales lo imponen, o puede que rechace estas normas a causa de con­flictos consigo misma o con su familia, o porque disfruta comiendo y encuentra en la comida una liberación emocional. Si decide adelgazar o seguir siendo delgada, tiene que aprender nuevos hábitos alimentarios, porque inevitable­mente engordará si sigue consumiendo la cantidad de ali­mentos a la que está acostumbrada. La percepción de su cuerpo es importante para su bienestar psicológico. Puede que vea su cuerpo grande y gordo cuando lo compare con el de los personajes populares y de moda que salen en los medios de comunicación. Es significativo que, al contrario de lo que ocurre con las mujeres mayores, las adolescentes perciben su cuerpo por partes, fijándose particularmente en las dimensiones y forma de sus senos y en el tamaño de sus muslos, nalgas, caderas y abdomen. Los muslos son especialmente vulnerables a una exageración del tamaño y las chicas suelen percibirlos mayores y más feos de lo que en realidad son.

Eso es común entre las adolescentes de muchos países. Preocupadas por su aspecto corporal, parece que por lo menos un tercio de las adolescentes empiezan un régimen, y muchas hacen alguna comilona de vez en cuando. Los casos comprobados en varias naciones occidentales confirman que la preocupación por la forma y el tamaño del cuerpo que lleva a las restricciones dietéticas que se alternan con episodios bulímicos, está muy generalizada entre las adolescentes y las jóvenes adultas. Además, alrededor de una mujer de cada diez induce el vómito periódicamente como medio de controlar su peso, y un número menor abusa de los laxantes con los mismos fines. Las mujeres jóvenes de las sociedades occidentales están sometidas a una presión enorme para estar «delgadas, firmes y bronceadas». Los anuncios de la televisión y los culebrones presentan a las heroínas delgadas, jóvenes y bellas. El cine, las revistas femeninas y los periódicos populares fomentan aún más la creencia de que para «tener éxito» las mujeres deberían estar delgadas. Dadas estas circunstancias, no es sorprendente que la preocupación por la figura y el tamaño corporal sea generalizada entre las jóvenes. La creciente industria para perder peso está rebosante.


Sin embargo, los mensajes de ser delgada y de tener éxito inducen a muchas jóvenes a seguir un régimen, y la restricción dietética se alter­na a menudo con episodios bulímicos. Alrededor de una joven de cada diez induce el vómito periódicamente como medio de controlar su peso, y una proporción menor utiliza laxantes para el mismo fin, con la creencia equivocada de que son eficaces. En unas cuantas jóvenes un período de alimen­tación muy restrictivo es seguido de un episodio de enormes excesos. La pérdida del control de su comportamiento ali­mentario en estas jóvenes puede concluir en el desarrollo de episodios de comilonas compulsivas o bulimia nerviosa, que puede trastornar considerablemente la vida de la mujer y, si utilizan métodos peligrosos para controlar el peso —vómitos autoinducidos y el abuso de laxantes o diuréticos—, pueden llegar a padecer una enfermedad grave.

Otras jóvenes están tan preocupadas por perder el control de su comportamiento alimentario que se matan de hambre y empiezan una búsqueda desesperada de la delgadez.  Comen cantidades mínimas de comida, y a menudo utilizan los métodos peligrosos de control del peso mencionados anteriormente. El resultado es que se quedan demacradas y cesa su menstruación. Desarrollan la anorexia nerviosa.

Aquellas adolescentes que optan por ignorar las presio­nes sociales para hacerse y permanecer delgadas, y que siguen ingiriendo más energía de la que requieren sus fun­ciones corporales, ganan peso de forma progresiva y se hacen obesas.

La aparición de la  preocupación en la adolescencia acerca de su figura corporal y de su comportamiento alimentario tras­tornado normalmente empieza entre los 14 y los 16 años. Debería subrayarse que los trastornos de la alimentación descritos —anorexia nerviosa, bulimia y obesidad no son enfermedades en sí.  Se convierten en enfermedades cuando interfieren en el bienestar físico  o mental de la persona, cuando producen com­plicaciones médicas severas o desorganizan la vida de la per­sona hasta un grado considerable o distorsionan tanto su vida que los familiares cercanos resultan también trastorna­dos y buscan ayuda. Desafortunadamente, en los casos más extremos, a no ser que se trate, el trastorno de la alimenta­ción puede conducir a la muerte prematura de la víctima.

Aproximadamente la mitad de las pacientes anoréxicas experimentan episodios bulímicos, esto es también un trastorno del comportamiento alimentario caracterizado por la presencia de episodios en los que el enfermo ingiere cantidades de alimento superiores a lo normal, aunque en principio el bulímico no desea en absoluto ese atracón. Después de estos atracones, siguen vómitos, laxantes, diuréticos entre otros.

En la aparición de la anorexia intervienen factores socioculturales, es la presión por parte de la sociedad, de los medios de comunicación, el anhelo de delgadez.
Intervienen también factores individuales, como son los cambios corporales que obligan a fijar la atención sobre el propio cuerpo. Es este el momento en que el adolescente compara su imagen corporal con el modelo estético corporal presente en su medio social.
Se habla también de la familia como factor importante en la aparición de la anorexia. Se ha observado que hay un predominio de estilo educativo sobreprotector y también excesos de trastornos alimentarios, afectivos y de ansiedad en los familiares de anoréxicos.

La anorexia nerviosa se puede considerar como una alteración por defecto, de los hábitos y/o comportamientos involucrados en la alimentación. Las personas que lo padecen dedican la mayor parte de su tiempo a temas alimentarios y todo lo que esté relacionado con ello. La preocupación por la comida y el temor a ganar peso forman lo esencial de este trastorno. Niegan la enfermedad y se perciben gordas en alguna parte de su cuerpo a pesar de presentar un aspecto esquelético.

Generalmente la bulimia se manifiesta tras haber realizado numerosas dietas dañinas sin control médico. La limitación de los alimentos impuesta por el propio enfermo le lleva a un fuerte estado de ansiedad y a la necesidad patológica de ingerir grandes cantidades de alimentos. Muchos de los factores coinciden con los de la anorexia, como los trastornos afectivos surgidos en el seno familiar, la obesidad, determinados rasgos de la personalidad y la idea distorsionada del propio cuerpo.

El perfil de personalidad más frecuente es el de un adolescente responsable, de excelente desempeño en la escuela (Ej.: abanderado, brillante), con gran dominio del lenguaje, lo que se llamaría “un hijo/a ejemplar”. En la conducta alimentaria suele ser caprichoso y tirano.
Su carácter cambia con respecto a la comida y aumenta su irritabilidad.
En muchos casos estas personas aparentan tener hábitos alimenticios normales con algunos periodos de restricción.

La prevalencia de bulimia nerviosa entre las adolescentes y las jóvenes es del 1-3%. Generalmente se inicia al final de la adolescencia o al principio de la vida adulta. El 90% son mujeres. Se presenta más en personas que viven en países desarrollados y en estratos socioeconómicos altos.

La bulimia nerviosa parece ser producida por una combinación de factores biológicos, psicológicos y sociales. A diferencia de lo que ocurre en pacientes con anorexia nerviosa las pacientes con bulimia, tienden a ser más impulsivas y a tener inestabilidad en los estados de ánimo, estos rasgos se acentúan con la enfermedad. En las familias de las pacientes bulímicas hay una mayor expresión de sentimientos negativos, más conflictos y más inestabilidad. Los factores sociales involucrados en el desarrollo de la enfermedad, son la sobrevaloración de la delgadez en la mujer como un poderoso elemento cultural que favorece que en individuos y familias vulnerables, los conflictos se localicen en el peso y la imagen.
La presentación típica de la bulimia nerviosa es la presencia de episodios recurrentes de atracones, asociados a una sensación de pérdida del control sobre la ingesta de alimentos. Los episodios de atracones, por lo general, comienzan después de intentos o presiones externas para bajar de peso. Esta conducta alimentaria habitualmente es acompañada por sentimientos de baja autoestima o depresión los que desencadenan nuevos episodios de atracones que por lo general, ocurren cuando la adolescente se encuentra sola. Los atracones aumentan los sentimientos de pérdida de control, vergüenza, y miedo que favorecen la aparición de conductas compensatorias tales como vómitos y abuso de diuréticos o laxantes y/o ejercicio exagerado. Inicialmente, los episodios de atracones y vómitos ocurren en forma esporádica. Sin embargo, con el tiempo aumentan en frecuencia llegando a ser diarios o varias veces en el día. Los atracones ocurren por lo general, después de un período de ayuno, típicamente por las tardes después de haberse saltado el desayuno y el almuerzo.

¿CUÁLES SON LOS SÍNTOMAS Y EL PERFIL DE LAS PERSONAS QUE PADECEN BULIMIA?

Los síntomas de bulimia siempre incluyen episodios recurrentes de:
*      Se comienza con dietas para mejorar el aspecto físico.
*      El deseo de comer alimentos dulces y ricos en grasas es muy fuerte.
*      Los sentimientos de ira, cansancio, ansiedad, soledad o aburrimiento    provocan la aparición de ingesta compulsivas.
*      Después de un acceso se siente una gran culpa o se ensayan diferentes métodos para eliminar lo ingerido (vómitos provocados, laxantes, etc.).
*      Ansiedad o compulsión para comer.
*      Vómitos.
*      Abuso de medicamentos laxantes y diuréticos.
*      Seguimiento de dietas diversas.
*      Deshidratación.
*      Alteraciones menstruales.
*      Aumento y descensos de peso bruscos.
*      Aumento de caries dentales.
*      El hábito se arraiga.

El perfil de personalidad más frecuente es el de un adolescente responsable, de excelente desempeño en la escuela (Ej.: abanderado, brillante), con gran dominio del lenguaje, lo que se llamaría “un hijo/a ejemplar”.  En la conducta alimentaria suele ser caprichoso y tirano. Su carácter cambia con respecto a la comida y aumenta su irritabilidad.

¿CUÁLES SON LOS SÍNTOMAS DE LAS PERSONAS QUE PADECEN ANOREXIA?

El diagnóstico de la anorexia se basa no sólo en la ausencia de un origen orgánico definido, sino en la presencia de ciertas características. En este sentido conviene recordar los criterios considerados por la Sociedad Americana de Psiquiatría para el diagnóstico de la anorexia psíquica: 

*      Rechazo a mantener el peso corporal por encima del mínimo normal para la edad y talla.
*      Adopción de dietas, que dan a la persona enferma sentimiento de poder y control.
*      Posee un único objetivo, “ser delgado”.
*      El carácter es hostil e irritable.
*      Sobreviene la depresión.
*      Realización de actividad física intensa.
*      Miedo intenso al aumento de peso o a ser obeso incluso con peso inferior al normal.
*      Distorsión de la apreciación del peso, el tamaño o la forma del propio cuerpo.
*      En las mujeres, ausencia de al menos tres ciclos menstruales consecutivos en el plazo previsto (amenorrea primaria o secundaria).
*      Estreñimiento.
*      Preocupación por las calorías de l9os alimentos.
*      Dolor abdominal.
*      Preocupación por el frío.
*      Vómitos.
*      Preocupación por la preparación de las comidas.
*      Restricción progresiva de alimentos. Y obsesión por la balanza.
*      Preocupación por la imagen y la idea.
*      Abundancia de trampas y mentiras.
*      Hiperactividad y preocupación obsesiva por los estudios, sin disfrute de ellos.

En cuanto al perfil de las personas anoréxicas es idéntico al de las personas que padecen de bulimia. 

¿CUÁL ES EL COMPORTAMIENTO DE UN ADOLESCENTE QUE PADECE BULIMIA O ANOREXIA?

Tanto el adolescente bulímico como el anoréxico son  emocionalmente inmaduros y muy dependientes del núcleo familiar. Tiene terror a la madurez sexual y miedo a asumir el rol de adulto.

¿CUÁLES SON LAS COMPLICACIONES GRAVES DE LA BULIMIA Y ANOREXIA?

Las complicaciones debidas a los vómitos provocados son las siguientes:
*      Engrosamiento glandular (área cuello).
*      Caries, erosión de la raíz dental, pérdida de piezas dentales.
*      Desgarramiento esofágico.
*      Esofagitis crónica.
*      Inflamación crónica de la garganta, dificultad para tragar.
*      Espasmos estomacales.
*      Problemas digestivos.
*      Anemia.
*      Alteración del balance electrolítico.
*      Problemas gastrointestinales e hipopotasemias (concentraciones bajas de potasio en  sangre).
Las complicaciones producidas por abuso de diuréticos son:
*      Hipokalemia (descenso del nivel de potasio).
*      Disminución de los reflejos.
*      Arritmia cardiaca.
*      Daño hepático.
*      Deshidratación.
*      Sed.
*      Intolerancia a la luz.
Las complicaciones por el abuso de laxantes son:
*      Dolores abdominales no específicos (cólicos).
*      Intestino perezoso (colon catártico).
*      Mala absorción de las grasas, proteínas y calcio.

¿EN QUÉ PUEDEN AYUDAR LOS FAMILIARES Y AMIGOS DE LAS PERSONAS AFECTADAS?

Actitudes que se necesitan fomentar:
*      Ame a su hijo como se ama así mismo. (el amor lo hará sentirse importante).
*      Ayude a su hijo a encontrar sus propios valores e ideales. (En la mayoría de los casos, los ideales no se alcanzan tan fácilmente).
*      Haga lo necesario para fomentar su iniciativa, independencia y autoestima. (tenga presente que los anoréxicos y los bulímicos son perfeccionistas y nunca están conformes  con ellos mismos. Este perfeccionamiento justifica su insatisfacción).
*      Tenga cuidado con la duración de la enfermedad de su hijo u amigo. ( Los anoréxicos y bulímicos mejoran. Algunos en breve tiempo, muy pocos mueren, pero a veces se presentan casos que requieren largos meses y, en ocasiones, años de tratamiento.)
*      Maneje su ansiedad.
*      Ayude a su hijo o amigo a que comprenda que para Usted su vida es tan importante como la de él.
*      Detectar lo antes posible los síntomas de la anorexia y bulimia.
*      Si se observan actitudes sospechosas, no encubrirlas sino informar a los padres acerca de las mismas.
*      Ante cualquier duda consultar con un especialista en patologías alimentarias.

Actitudes a evitar:
*      No le imponga a su hijo o amigo que coma. (no lo observe ni discuta con él acerca de las comidas o de su peso).
*      No se sienta culpable. (muchos padres se preguntan: “¿qué hice mal?”. No existen padres perfectos. Usted ha hecho lo mejor que ha podido).
*      No deje de lado a su pareja ni a sus otros hijos. (centrar su atención en el hijo enfermo hará que su enfermedad se prolongue y destruirá la familia).
*      No tenga miedo de tener a su hijo separado de Usted. (si la presencia de su hijo llegara a alterar la estabilidad emocional de la familia o si el facultativo le aconseja separarlo temporariamente, no dude en hacerlo).
*      No compare a su hijo o amigo con compañeros o amigos de éxito.

¿EN QUE CONSISTE EL TRATAMIENTO DE CURA PARA LA BULIMIA?

  El tratamiento de bulimia generalmente consiste en:
*      Psicoterapia individual, de grupo y/o familiar.
*      Orientación nutricional.
*      Se debe establecer un plan a seguir bajo supervisión de un terapeuta. (este establecerá las bases para el buen fin del tratamiento):
1.    Voluntad en llevar una pauta de tratamiento.
2.    disciplina en las dietas, y con las hospitalizaciones si son necesarias.
3.    control de peso en los objetivos proyectados.
4.    hacer una vida  social normal.
5.    regularidad en las consultas individuales o familiares.
6.    control médico.
7.    fortalecer la personalidad.
8.    confianza en el entorno familiar.
9.    confianza con su terapeuta.

Si bien los casos de bulimia y anorexia son cuantitativamente más numerosos en mujeres que en varones. Encontramos igualmente en éstos la necesidad de desarrollar sus cuerpos acorde a parámetros de musculatura que no siempre tiene en cuenta su contextura y que conlleva en muchos casos el uso de drogas y substancias adictivas de nocivos efectos tanto en lo orgánico como en lo psíquico.



OBESIDAD: un mal que hostiga a varones y mujeres por igual

La obesidad es un trastorno o enfermedad caracterizada por exceso de grasa corporal que altera la salud del individuo y que en muchas oportunidades lo pone en riesgo de desarrollar una enfermedad crónica. Clínicamente se considera a un individuo como obeso cuando su peso total supera en un 20% el peso medio ideal para su edad, talla y sexo y obeso mórbido cuando el P/T es mayor a 150%. Sin embargo, como el coeficiente peso/talla cambia con la edad y con el estado puberal, la Organización Mundial de la Salud recomienda el uso del Indice de Masa Corporal (IMC) para la edad y la estimación del grosor de los pliegues subcutáneos (tricipital y subescapular) para definir sobre peso y obesidad en la adolescencia. El IMC se define como el peso (kilos) dividido por la talla al cuadrado (metros2). Su validez como índice de obesidad, se basa en su alta correlación con la grasa corporal y su baja correlación con la talla. El IMC asume que al normalizar el peso para la talla se puede estimar la grasa corporal independiente del sexo, la edad y el origen étnico del sujeto.

Los criterios sugeridos para definir obesidad en adolescentes son:
*      Pliegues tricipital y subescapular mayor o igual al percentil 90 de las tablas NHANES I

El desarrollo de la obesidad se debe a una predisposición genética y a un desbalance entre la actividad física y la ingesta calórica. En condiciones de balance energético la ingesta calórica debe ser igual al gasto energético. El gasto energético tiene tres componentes principales, el gasto energético basal, la termogénesis inducida por alimentos y la actividad física. El gasto energético basal depende del peso, de la talla, de la composición corporal (masa magra) y de la edad, y representa entre el 50% y el 60% del gasto energético total. La termogénesis inducida por los alimentos es aproximadamente un 10% del gasto energético diario y por lo general es constante para una gran variedad y cantidad de comidas. El costo energético de la actividad física representa el último componente del gasto energético y depende en forma exclusiva de cada individuo.


Aspectos genéticos generales

La obesidad tiene un componente genético. En estudios que comparan la herencia de la grasa corporal y su distribución en mellizos idénticos versus fraternos, con sus padres biológicos versus adoptivos, se ha estimado que el factor hereditario es de un 65% a 75%. Sin embargo, la herencia parece ser mayor para pesos normales que para obesidad, sugiriendo que el ambiente juega un rol importante en el desarrollo de la obesidad. La predisposición genética a la obesidad por lo tanto, puede ser modificada por el ambiente, ya sea aumentando la ingesta calórica o reduciendo el gasto energético.

Factores ambientales concomitantes

Los factores ambientales pueden influir en el desarrollo de la obesidad tanto en el período postnatal como también durante la gestación. Así los hijos de madres con diabetes gestacional tienen una mayor probabilidad de ser obesos durante la adolescencia, como también los hijos de madres desnutridas durante el embarazo. El rol de las prácticas alimentarias en el período de lactantes y el desarrollo de obesidad en edades más tardías ha sido cuestionado. Los lactantes de 4 a 12 meses de edad alimentados con formula, por lo general tienen un peso mayor que los alimentados con leche materna, sin embargo, estas diferencias desaparecen en edades posteriores. La edad en la cual algunos alimentos son introducidos, o las proporciones de grasas, carbohidratos o proteínas en la dieta, no influyen en forma significativa en el desarrollo de obesidad posterior, si el aporte calórico es adecuado para la edad. El aumento de la ingesta calórica observado en las últimas décadas ha sido facilitado por el incremento total de grasas en la dieta, desde un 32% a un 40% de las calorías totales. Sin embargo, cuando se realizan registros de ingesta en adolescentes obesos, incluso en condiciones óptimas, por lo general, ellos subestiman la ingesta calórica diaria.

Otro factor ambiental que influye en el desarrollo de la obesidad es el sedentarismo. Este estilo de vida que es consecuencia de la industrialización, ha cambiado la naturaleza de los trabajos y de las actividades de recreación.

Existen patologías poco frecuentes que se asocian a obesidad (1% de las causas de obesidad) y por lo general estas presentan además, talla baja, retraso de la edad ósea y del desarrollo de las características sexuales secundarias. En contraste, la obesidad primaria se asocia con talla alta, un avance en la edad ósea y una menarquia precoz.

La anamnesis, en la obesidad, requiere bastante tiempo para poder concretar muchos aspectos de la vida del adolescente y de su familia, que tienen una gran influencia en la génesis de la obesidad y en la respuesta terapéutica.

Antecedentes familiares (padres, abuelos, tíos y hermanos):
*      Obesidad
*      Dislipidemia
*      Diabetes mellitus
*      Hipertensión arterial

Historia personal
*      Antecedentes de madre con bajo peso o con diabetes gestacional durante la gestación.
*      Comienzo de la obesidad: no es infrecuente encontrar el antecedente de alteraciones del comportamiento alimentario. Por ejemplo, el lactante que es forzado a comer por una presunta anorexia, o en el caso de inicio de la obesidad durante la adolescencia, la presencia de episodios de atracones.
*      Hábitos alimentarios: apetencia por alimentos especialmente calóricos, hábitos de picar entre horas, consumo de jugos o bebidas gaseosas, lugar donde come.
*      Menarquia y ciclos menstruales.
*      Estilos de vida: ejercicio físico y deportes realizados habitualmente, tiempo dedicado a actividades sedentarias como mirar televisión o jugar en la computadora.
*      Comportamiento habitual y actividades sociales. El aislamiento social o el bajo rendimiento escolar pueden sugerir trastornos psicológicos que estén incidiendo en la obesidad. También es importante explorar la motivación del adolescente y su familia para bajar de peso.
*      Tabaquismo, aumenta el riesgo de desarrollar una enfermedad cardiovascular.
*      Consumo de alcohol: cuando este antecedente está presente, es necesario precisar la cantidad y frecuencia de consumo por su contribución a la ingesta energética (7 cal / gramo de alcohol)

El examen físico del adolescente debe orientarse a:
*      Peso y talla. Una talla baja hace sospechar una causa secundaria de obesidad.
*      Pliegues tricipital y subescapular.
*      Presión arterial.
*      Desarrollo puberal.
*      Distribución de grasa, es habitualmente homogénea y en los varones la grasa púbica puede dar la apariencia de un micropene. La obesidad troncal sugiere mayor riesgo de enfermedad cardiovascular o enfermedad de Cushing.
*      Presencia de estrías rosadas (violáceas son sugerentes de enfermedad de Cushing)
*      Presencia de acantosis nigricans (sugiere intolerancia a la glucosa)
*      Hirsutismo (síndrome de ovario poliquístico, enfermedad de Cushing)
*      Adipomastia, por lo general empeora el aspecto estético de la ginecomastia puberal.
*      Alteraciones ortopédicas, tales como genu valgo y pie plano.

En todo adolescente obeso es necesario solicitar un estudio de lípidos. En aquellos con una obesidad mórbida o cuando existen antecedentes familiares de diabetes mellitus tipo II y/o presencia de acantosis nigricans es recomendable solicitar una glicemia. Las pruebas hepáticas para descartar un hígado graso también son necesarias en los adolescentes con una obesidad mórbida. Si se sospecha una obesidad secundaria es necesario derivar a un especialista para diagnóstico y manejo.

La obesidad en la adolescencia se asocia con un aumento en la mortalidad y morbilidad. Sin embargo, el riesgo de que el sobrepeso del adolescente se mantenga en el adulto es el problema más relevante, ya que la obesidad constituye un factor de riesgo independiente para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares. Estudios longitudinales hechos en niños con sobrepeso indican que ellos tienen una mayor probabilidad que sus pares de pesos normales, de ser adultos obesos y esta probabilidad aumenta con la edad y con el sexo femenino. Aproximadamente un 25% de los niños obesos serán adultos obesos, mientras que el 75% de los adolescentes obesos serán adultos obesos.

Las complicaciones de la obesidad en el adolescente se pueden dividir en aquellas que ocurren a corto y largo plazo. A corto plazo la psicomorbilidad representa la consecuencia más prevalente de la obesidad en el adolescente. El aislamiento social y los problemas con sus pares son frecuentes. Los mensajes culturales sobre la obesidad son internalizados por los adolescentes y pueden resultar en una distorsión permanente de su autoimagen y en baja autoestima Los adolescentes obesos tienen una mayor incidencia de síntomas depresivos o de trastornos del apetito. El rechazo social al cual están sujetos se refleja en una menor admisión a la educación superior, tasas de matrimonios más bajas y mayor pobreza en la adultez.

Las complicaciones médicas de la obesidad, por lo general, ocurren con menor frecuencia en adolescentes que en adultos, sin embargo, estudios epidemiológicos a largo plazo indican que los adolescentes obesos tienen una mayor probabilidad que sus pares, de tener niveles elevados de glicemia en ayuno, presión arterial en niveles altos para su edad y desarrollar enfermedades cardiovasculares o diabetes mellitus no insulino dependiente. Algunas de las complicaciones de la obesidad durante la adolescencia son las siguientes

Enfermedad Cardiovascular: La obesidad infantil se asocia al desarrollo de factores de riesgo de enfermedad cardiovascular. Existe una relación entre obesidad y el aumento en el colesterol total, el colesterol LDL, colesterol VLDL y en los triglicéridos, con un colesterol HDL bajo. Este patrón lipídico se asocia a una mayor prevalencia de enfermedad cardiovascular.

Hipertensión Arterial: La obesidad puede producir hipertensión arterial y aumento de la frecuencia cardíaca. Estas dos alteraciones responden a la baja de peso.

Diabetes Mellitas: La obesidad infantil predispone al desarrollo de una diabetes mellitus no insulino dependiente. En adolescentes obesos puede haber un aumento en los niveles de insulina plasmática con o sin alteraciones del test de tolerancia a la glucosa. Esta resistencia insulínica puede aumentar la retención de sodio en el riñón y agravar la hipertensión arterial. La hiperglicemia y el aumento de la insulina se normalizan al bajar de peso.

Alteraciones respiratorias y trastornos del sueño: Los adolescentes con una obesidad mórbida pueden hipoventilar y, por lo tanto, presentar hipercapnia, somnolencia diurna e incluso episodios de apneas (Sindrome de Pickwick).
Alteraciones ortopédicas: Las alteraciones ortopédicas de los adolescentes obesos no son infrecuentes e incluyen la enfermedad de Blount (tibia vara) y la epifisiolisis.

Alteraciones menstruales: Puede haber síndrome de ovario poliquístico.

Tasas de mortalidad. Los estudios a largo plazo en adolescentes obesos indican que ellos tendrán una mayor mortalidad por enfermedades cardiovascualres o cáncer del colon en la vida adulta.

La obesidad en la infancia y la adolescencia es de difícil manejo por lo cual lo ideal es evitar que el niño o adolescente llegue a ser obeso. La intervención precoz en aquellos adolescentes con factores de riesgo permite disminuir la aparición del exceso de grasa corporal. El factor de riesgo principal para el desarrollo de la obesidad en el adolescente, es el antecedente de obesidad en los padres. Esto hace necesario que el pediatra este atento a los aumentos de peso exagerados en estos pacientes y de esa manera pueda intervenir en forma precoz, modificando la dieta y la actividad física.

El tratamiento de la obesidad consiste fundamentalmente en cambiar los hábitos alimentarios y de actividad física, con el objetivo de reducir el grado de obesidad y de esa manera disminuir el riesgo de complicaciones y mejorar la calidad de vida. Es importante resaltar que en la adolescencia la baja de peso ideal, es aquella que no pone en riesgo la salud del adolescente y que éste continúe su crecimiento y desarrollo normal. En un adolescente pre-púber o con una pubertad inicial, y en quien la obesidad es leve a moderada, el mantenimiento del peso puede ser suficiente. Una baja de peso de 0,5 Kg por semana es un objetivo razonable para aquellos adolescentes que deben bajar de peso. Se ha demostrado, que una baja de un 10% del peso puede ser suficiente para mejorar los parámetros metabólicos alterados tales como, la dislipidemia, la resistencia insulínica o la hipertensión arterial. Una vez que se logra disminuir de peso, el propósito del tratamiento es el mantenimiento. Dado que la reducción del peso y su mantenimiento posterior son igualmente importantes, la consejería nutricional debe focalizarse en cambios pequeños pero permanentes en el consumo de alimentos, más que en cambios drásticos que no se lograrán mantener en el tiempo.

Un tratamiento integral de la obesidad en el adolescente incluye, por lo tanto, la modificación de los hábitos alimentarios, el aumento de la actividad física y la participación de la familia.

Trasfondo psicológico

Dado que el hecho de comer es un instinto básico, se ha postulado que aquellas personas que sufren un trastorno de alimentación tienen una personalidad identificable, siendo más obsesivas o neuróticas que los que comen normalmen­te. Algunos estudios, que utilizaron cuestionarios sobre la personalidad, sugieren que las mujeres que sufren anorexia nerviosa son, de hecho, más «neuróticas» u «obsesivas» que las mujeres cuyo peso cae dentro del «rango deseable». Dichos estudios también sugieren que aquellas mujeres que han perdido peso con regímenes y ejercicio excesivo son más introvertidas, más ansiosas y más dependientes que las mujeres cuyo peso es normal o que las mujeres con anorexia nerviosa que utilizan el vómito autoinducido y los purgantes como métodos de perder peso. No disponemos de perfiles distintivos de personalidad para las mujeres obesas.

Los principales problemas para aceptar la explicación psicológica son, primero, que muchas mujeres que tienen anorexia nerviosa o bulimia después de una investigación cuidadosa, revelan tener una personalidad «normal», y, segundo, las puntuaciones de la personalidad de personas normales y de las que sufren trastornos de la alimentación se superponen de modo considerable. Esto puede significar que las pruebas son demasiado primitivas para identificar un problema de personalidad, o que la explicación psicoló­gica no tiene fundamento.

Una extensión de la teoría de personalidad defectuosa se ve en la sugerencia de que algunas mujeres obesas utilizan el comer como sustituto del amor. Una persona que se siente sola, vacía y no amada, a no ser que tenga compañía cons­tante, puede comer para compensarlo. El vacío de su vida se alivia si toma alimentos para llenar su estómago vacío. Cuan­to más come más llena (o realizada) se siente. La comida, y particularmente bebidas como leche o cerveza, se convier­ten en los fundamentos de su vida, suprimiendo su falta de autoestima y proporcionándole satisfacción. Al hacerse cada vez más obesa, desarrolla una necesidad de permanecer

Además, según la teoría del defecto de la personalidad, algunas mujeres que sufren anorexia nerviosa temen «cre­cer» y hacerse física y sexualmente maduras. Al evitar comer, los contornos corporales de la mujer se hacen como los de una niña prepúber, sus períodos menstruales no empiezan o desaparecen, puede retirarse de los aconteci­mientos sociales que le son incómodos y obesa y así evitar que resurja de la sensación de su insuficiencia que le causan ansie­dad, y puede negar su sexualidad. Esta explicación puede aplicarse a unas pocas pacientes con anorexia nerviosa, pero en la mayoría de los casos de trastornos de la alimentación dicho concepto no es aplicable

Implicancias sociales

En la cultura occidental, la sociedad, y especialmente los medios de comunicación, ofrecen dos mensajes contrastados relacionados con la comida y la alimentación. El primer mensaje es que la mujer delgada es atractiva, sana, feliz y popular, que tiene una buena condición física y éxito. Hacerse delgada, con todo lo que esto implica, se considera como el objetivo principal de muchas mujeres. El segundo mensaje es que el comer es una actividad placentera que satisface muchas necesidades, además de aliviar el hambre, y que las mujeres tienen derecho a tener dichas necesidades satisfechas. En las revistas femeninas estos dos mensajes tienden a aparecer mezclados inextricablemente. En casi cada número, dichas revistas publican nuevos regímenes «apasionantes» que «garantizan la pérdida de peso con un mínimo de incomodidad y motivación», y dichos regímenes a menudo vienen seguidos de recetas, y fotografías extraor­dinarias, de deliciosos pasteles y platos con riquísimas salsas. Es difícil mirar la televisión sin tener que enfrentarse a un anuncio para una dieta sustitutiva que alterna con otro para comidas rápidas, o su equivalente. Las presiones sociales (y normalmente familiares) también son contradictorias: tienes que comer todo lo que los demás te dan pero no tienes que engordar.

La provisión de comida se considera en nuestra cultura como una señal principal de aprecio; y compartir los ali­mentos en una comida se ve como uno de los contactos sociales más importantes. Los imperativos culturales cargan sobre la madre la responsabilidad de proporcionar cantida­des abundantes de comida, y sobre su querida hija o hijo la de comerla. No es sorprendente que, enfrentadas al bom­bardeo psicológico de dos mensajes contradictorios, la mayoría de las jóvenes sigan un régimen. Algunas se hacen «comilómanas» y desarrollan la bulimia. Otras empiezan a preocuparse por los alimentos y por evitar ganar peso, desa­rrollando la bulimia o la anorexia nerviosa. Algunas deciden que el seguir un régimen trastorna demasiado su estilo de ida y vuelven a comer más comida de la que necesitan, llegando a estar obesas. Estas mujeres pueden también encontr­ar que la obesidad es una protección contra las actitudes sociales  actuales hacia la  sexualidad, las  cuales temen. Escondidas en un cuerpo gordo, emiten el mensaje de que no son atractivas y no quieren acceder a una relación sexual.

Estos, entre otros desafíos son los que habitualmente tienen frente sí los adolescentes de esta época. Las presiones sociales, los cambios de paradigma en relación a los roles tanto del hombre como de la mujer con respecto a la búsqueda sí mismo y las consecuencias que de ello deriva a la hora de elegir las formas a agrupamiento que el ser humano necesita: pareja, familia, entorno de amistades y la búsqueda de un espacio en la comunidad, hacen del presente un panorama complejo para estos jóvenes que ya han dejado atrás la niñez pero que aún no han alcanzado la maduración de un jóven adulto. 

En el acompañamiento de estos procesos de maduración y superación de conflictos es donde el counselor puede aportar su capacidad de ponerse en el lugar del otro y servirle de apoyo en el desarrollo de sus potenciales latentes. 


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